martes, 18 de noviembre de 2014

ARQUITECTURA, ESCULTURA Y PINTURA DEL ROCOCÓ


 ARQUITECTURA
Una de las características del estilo rococó será la marca de diferencia entre exteriores e interiores. El interior será un lugar de fantasía y colorido, mientras la fachada se caracterizará por la sencillez y la simplicidad. Se abandonan los órdenes clásicos, y las fachadas de los edificios se distinguirán por ser lisas, teniendo, como mucho, unas molduras para separar plantas o enmarcar puertas y ventanas. La forma dominante en las edificaciones rococó era la circular. Un pabellón central, generalmente entre dos alas bajas y curvas y, siempre que era posible, rodeado de un jardín o inmerso en un parque natural. Otras edificaciones podían tomar la forma de pabellones encadenados, en contra del típico edificio «bloque», propio de la etapa anterior.
En este momento la ventana aumenta progresivamente de medida, hasta la puertaventana o «ventana francesa», obteniendo una interrelación entre interior y exterior que consigue la ideal fusión con la naturaleza, con el paisaje y el entorno. Se descartan los marcos en ángulo recto, demasiado rígidos, y se adoptan ventanas arqueadas. Se elimina o reduce el uso de esculturas monumentales, limitándolas a la ornamentación de los jardines.

En cualquier caso, el aspecto más destacable de los interiores rococós es la distribución interna. Los edificios tienen estancias especializadas para cada función y una distribución muy cómoda. Las habitaciones se diseñan como un conjunto que, con una marcada funcionalidad, combina ornamentación, colores y mobiliario. Por su misma naturaleza, estas tendencias arquitectónicas tuvieron muy poco reflejo en las construcciones oficiales, fueran laicas o eclesiásticas. En cambio, el nuevo estilo fue perfecto para las residencias de la nobleza y la alta burguesía, las clases más ansiosas de cambiar según los nuevos cánones y las más dotadas de medios económicos para conseguirlo.

PINTURA
A pesar de que el Rococó debe su origen puramente a las artes decorativas, el estilo mostró su influencia también en la pintura, llegando a su máximo esplendor en la década de 1730. Esta pintura debe llamarse propiamente como Pintura Galante y no como Pintura Rococó, pues este término engloba el contexto estético en que se encontraba. Los pintores usaron colores claros y delicados y las formas curvilíneas, decoran las telas con querubines y mitos de amor. Sus paisajes con fiestas galantes y pastorales a menudo recogían comidas sobre la hierba de personajes aristocráticos y aventuras amorosas y cortesanas. Se recuperaron personajes mitológicos que se entremezclan en las escenas, dotándolas de sensualidad, alegría y frescura.
El retrato también fue popular entre los pintores rococós, en el que los personajes son representados con mucha elegancia, basada en la artificialidad de la vida de palacio y de los ambientes cortesanos, reflejando una imagen amable de la sociedad en transformación.
Jean-Antoine Watteau (1684–1721) es considerado el más importante pintor rococó, creador de un nuevo género pictórico: las «fêtes galantes» (fiestas galantes), con escenas impregnadas con un erotismo lírico. Watteau, a pesar de morir a los 35 años, tuvo una gran influencia en sus sucesores, incluidos François Boucher (1703–1770) y Jean-Honoré Fragonard (1732–1806), dos maestros del periodo tardío. También el toque delicado y la sensibilidad de Thomas Gainsborough (1727–1788) reflejan el espíritu rococó.

ESCULTURAS
La escultura es otra área en la cual intervinieron los artistas del rococó. Étienne-Maurice Falconet (1716–1791) es considerado uno de los mejores representantes del Rococó francés. En general, este estilo fue expresado mejor mediante la delicada escultura de porcelana, más que con estatuas marmóreas e imponentes. El mismo Falconet era director de una famosa fábrica de porcelana en Sèvres. Los motivos amorosos y alegres son representados en la escultura, así como la naturaleza y la línea curva y asimétrica.
El diseñador Edmé Bouchardon representó a Cupido tallando sus dardos de amor con el garrote de Hércules, un símbolo excelente del estilo rococó. El semidiós es transformado en un niño tierno, el garrote que rompe huesos se transforma en flechas que golpean el corazón, en el momento en que el mármol es sustituido por el estuco. En este periodo podemos mencionar a los escultores franceses Jean-Baptiste Lemoyne, Robert le Lorrain, Michel Clodion y Pigalle.

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