Quizás
uno de los estilos artísticos más subestimados, el Manierismo tomó lugar en
Europa occidental en la segunda mitad del siglo XVI, cuando los elementos
principales del Renacimiento empezaban a entrar en crisis. Si bien
todavía mantenía muchas de las características más importantes del
arte renacentista, el Manierismo significó un progresivo abandono de la
proporción de las figuras, de la perspectiva espacial, del uso de líneas claras
y definidas y de las expresiones mesuradas y dulces de los personajes
renacentistas. Para muchos expertos, el Manierismo es un período de transición
entre el arte renacentista y el arte barroco de los siglos siguientes.
El
nombre de Manierismo tiene que ver con la idea de que los pintores de este
período comenzaron lentamente a pintar “a su manera”, siguiendo las reglas
generales de la pintura pero interpretando sus bocetos y lo que observaban de
la realidad de modo único y personal. En muchos casos, el término manierismo
fue utilizado con cierto tono despectivo al considerarse que los pintores de
este estilo no representaban la realidad como esta debía ser representada, si
no que realizaban copias inexactas de los autores renacentistas.
Es
sin dudas un estilo artístico en sí mismo y, como tal, no debe ser comparado
con otros ya que gran parte de sus elementos característicos tuvieron una razón
de ser. Como sucede con todos los estilos artísticos, el Manierismo representó
un período de crisis no sólo artístico sino también a nivel social y político
en el cual el desorden, la desesperanza, la puesta en duda de los valores
renacentistas y diferentes conflictos contribuía a generar una representación alterada
de la realidad.
Para este estilo dejó de ser importante retratar lo que se observaba de manera
real y adecuada. En este sentido, este estilo artístico recurriría al uso de
colores inapropiados o extraños (especialmente verdes y amarillentos para la
piel, o colores muy resaltados en el conjunto de la obra), a proporciones
desarregladas que volvían a las personas desequilibradamente altas y flacas, a
expresiones claramente sufrientes y a cierta violencia en la temática de las
obras.
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