Arquitectura
Los historiadores de la arquitectura han
tendido a sugerir, cuando no a afirmar, que hubo un choque claramente definido
entre modos “realistas” y “no realistas” de arquitectura durante el periodo del
siglo XIX, así como a considerar la perspectiva realista como la precursora de
un origen arquitectónico moderno en el siglo XX. La arquitectura realista tiene
como misión reproducir lo que es la realidad. Se puede suponer que cualquier
“buena” arquitectura sería “realista”, y el realismo se convierte así en una
categoría vacía. O se puede suponer que la noción de realismo en la
arquitectura se encuentra de algún modo relacionada con la revelación de su
propósito por parte de un edificio. Al final del siglo XIX, las cualidades,
estructuras y actitudes del estilo realista habían empezado a descomponerse
como unidad integral. Algunas de sus características empiezan a adquirir
significados o implicaciones radicalmente diferentes. Por otra parte, ciertas
cualidades implícitas en una manifestación del realismo, como es el
impresionismo, se desarrollaron llegando a configurar en estilo artístico en el
que la voluntad adquirida del individuo eclipsaba casi completamente el papel
de la naturaleza.
Pintura
Nuevo sentido práctico de la vida.
Frente al exaltado idealismo romántico
los artistas defienden a la realidad concreta como auténtico fundamento del
arte.
Los artistas toman conciencia de los
problemas que afectan a las clases obreras: la pintura se carga de contenido
social.
El carácter polémico y de crítica social
de muchas de estas pinturas hace que los artistas se aparten del llamado arte
oficial propugnado por las Academias.
Desde el punto de vista técnico, el
realismo no introduce novedades sino que revitaliza la técnica de los grandes
maestros barrocos, especialmente de los españoles. El realismo barroco, en
cuanto al estudio de la luz y de las calidades, vuelve a tener vigencia.
La pincelada es firme, el contorno
preciso.
Su desarrollo está íntimamente unido al
desarrollo del socialismo en política y del naturalismo en literatura.
Reacciona contra los grandes temas
mitológicos, históricos, religiosos, heroicos, que habían sido tratados con
apasionamiento en el romanticismo.
Se utilizan nuevos temas, especialmente
los que se refieren a los problemas de la sociedad contemporánea con lo que la
pintura adquiere, en muchas ocasiones, un carácter de denuncia político-social.
Los personajes son tomados
preferentemente de las clases sociales menos favorecidas: campesinos, obreros,
emigrantes; es el mundo del trabajo en toda su miseria.
Los temas tradicionales son tratados con
todo realismo y objetividad: paisajes tomados del natural, hechos históricos
del pasado o contemporáneos.
Escultura
es la escultura que puede
asociarse al movimiento artístico denominado realismo (realismo
literario, realismo pictórico) que aparece en Francia, hacia el siglo XIX.
No debe confundirse con la escultura que
sigue las convenciones del realismo en las artes, que se da en cualquier
época de la historia de la escultura.
La escultura de la segunda mitad del
siglo XIX ocupa un momento posterior a la escultura del
romanticismo o escultura romántica (François Rude) y anterior a
la escultura impresionista o escultura del impresionismo (Auguste
Rodin); aunque en realidad la producción escultórica de toda la época está
dominada por los convencionalismos academicistas de la escultura
neoclásica.
El mayor coste económico de la escultura
con respecto a la pintura explica que los escultores no tuvieran
tanta libertad artística como los pintores contemporáneos, que podían
confiar en acudir al mercado del arte después de haber realizado sus
obras. Los escultores no podían desarrollar tanta iniciativa, y debían
someterse de un modo mucho más directo a los encargos de los comitentes,
fueran institucionales o privados; que habitualmente mostraban un
conservadurismo (tanto estético como político y social) mucho mayor que el de
la clientela de los pintores o sus marchantes. En esta época ya no era
el clero ni la monarquía absoluta el principal mecenas del
arte; sino la burguesía enriquecida por el capitalismo industrial y
financiero de la revolución industrial, que también había proporcionado
mejoras técnicas en las fundiciones, y los nuevos estados liberales en
pleno proceso de construcción nacional, para el que los
monumentos públicos y memoriales tenían un destacadísimo papel,
incluso superior al reservado a la pintura de historia (que por
razones obvias, se limitaba a los espacios interiores). Se ha llegado a describir
el periodo como una fiebre de piedra en referencia a las
edificaciones y esculturas.
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