martes, 18 de noviembre de 2014

LEONARDO DA VINCI

Nació en 1452 en la villa toscana de Vinci, hijo natural de una campesina, Caterina (que se casó poco después con un artesano de la región), y de Ser Piero, un rico notario florentino. Italia era entonces un mosaico de ciudades-estados como Florencia, pequeñas repúblicas como Venecia y feudos bajo el poder de los príncipes o el papa. El Imperio romano de Oriente cayó en 1453 ante los turcos y apenas sobrevivía aún, muy reducido, el Sacro Imperio Romano Germánico; era una época violenta en la que, sin embargo, el esplendor de las cortes no tenía límites.
A pesar de que su padre se casó cuatro veces, sólo tuvo hijos (once en total, con los que Leonardo acabó teniendo pleitos por la herencia paterna) en sus dos últimos matrimonios, por lo que Leonardo se crió como hijo único. Su enorme curiosidad se manifestó tempranamente, dibujando animales mitológicos de su propia invención, inspirados en una profunda observación del entorno natural en el que creció. Giorgio Vasari, su primer biógrafo, relata cómo el genio de Leonardo, siendo aún un niño, creó un escudo de Medusa con dragones que aterrorizó a su padre cuando se topó con él por sorpresa.
Era un joven agraciado y vigoroso que había heredado la fuerza física de la estirpe de su padre; es muy probable que fuera el modelo para la cabeza de San Miguel en el cuadro de Verrocchio Tobías y el ángel, de finos y bellos rasgos. Por lo demás, su gran imaginación creativa y la temprana maestría de su pincel, no tardaron en superar a las de su maestro: en el Bautismo de Cristo, por ejemplo, donde un dinámico e inspirado ángel pintado por Leonardo contrasta con la brusquedad del Bautista hecho por Verrocchio. El joven discípulo utilizaba allí por vez primera una novedosa técnica recién llegada de los Países Bajos: la pintura al óleo, que permitía una mayor blandura en el trazo y una más profunda penetración en la tela. Además de los extraordinarios dibujos y de la participación virtuosa en otras obras de su maestro, sus grandes obras de este período son un San Jerónimo y el gran panel La adoración de los Magos (ambos inconclusos), notables por el innovador dinamismo otorgado por la maestría en los contrastes de rasgos, en la composición geométrica de la escena y en el extraordinario manejo de la técnica del claroscuro.

En 1482 se presentó ante el poderoso Ludovico Sforza, el hombre fuerte de Milán por entonces, en cuya corte se quedaría diecisiete años como «pictor et ingenierius ducalis». Aunque su ocupación principal era la de ingeniero militar, sus proyectos (casi todos irrealizados) abarcaron la hidráulica, la mecánica (con innovadores sistemas de palancas para multiplicar la fuerza humana), la arquitectura, además de la pintura y la escultura. Fue su período de pleno desarrollo; siguiendo las bases matemáticas fijadas por León Bautista Alberti y Piero della Francesca, Leonardo comenzó sus apuntes para la formulación de una ciencia de la pintura, al tiempo que se ejercitaba en la ejecución y fabricación de laúdes.
A finales de 1499 los franceses entraron en Milán; Ludovico el Moro perdió el poder. Leonardo abandonó la ciudad acompañado de Pacioli y tras una breve estancia en casa de su admiradora la marquesa Isabel de Este, en Mantua, llegó a Venecia. Acosada por los turcos, que ya dominaban la costa dálmata y amenazaban con tomar el Friuli, la Signoria contrató a Leonardo como ingeniero militar. Leonardo ya era reconocido como uno de los mayores maestros de Italia. En 1501 había causado admiración con su Santa Ana, la Virgen y el Niño; en 1503 recibió el encargo de pintar un gran mural (el doble del tamaño de La última cena) en el palacio Viejo: la nobleza florentina quería inmortalizar algunas escenas históricas de su gloria. Leonardo trabajó tres años en La batalla de Angheri, que quedaría inconclusa y sería luego desprendida por su deterioro. Importante por los bocetos y copias, éstas admirarían a Rafael e inspirarían, un siglo más tarde, una célebre de Peter Paul Rubens.
El 2 de mayo de 1519 murió en Cloux; su testamento legaba a Melzi todos sus libros, manuscritos y dibujos, que éste se encargó de retornar a Italia. Como suele suceder con los grandes genios, se han tejido en torno a su muerte algunas leyendas; una de ellas, inspirada por Vasari, pretende que Leonardo, arrepentido de no haber llevado una existencia regido por las leyes de la Iglesia, se confesó largamente y, con sus últimas fuerzas, se incorporó del lecho mortuorio para recibir antes de expirar, los sacramentos.

Las composiciones más aclamadas es 'La Gioconda', más conocida como 'La Mona Lisa'. Esta pintura es uno de los óleos más famosos del mundo. Sus dimensiones son de tan sólo 73 x 53 centímetros, y es que a pesar de ser sobradamente mostrada al público, la primera vez que se observa al natural sorprende por su reducido tamaño.

Su importancia reside en la nueva percepción de la profundidad, en un primer plano encontramos una misteriosa mujer que, a día de hoy, se sigue sin conocer su identidad y tras ella, un paisaje montañoso con un río, también muy discutido. Por último, la técnica empleada para su realización es el Sfumato, la cual le otorga estos distintos niveles al cuadro. Este estilo consiste en la difuminación de los trazos estructurados en varias capas.


Otra de las grandes creaciones de este incomparable artista es 'La última cena'. En ella se representa el bíblico momento en la que los apóstoles y Jesús de Nazaret están reunidos como vez previa al desenlace de la vida del mesías. Esta obra es un mural de enormes proporciones, 460 x 880 centímetros, realizada sobre la pared del convento de Santa Maria delle Grazie, en Milán.

Su elaboración no siguió los patrones corrientes para este tipo de construcción, sino que fue compuesta al temple, es decir, donde el disolvente utilizado es agua mezclado con materiales orgánicos, y óleo sobre dos capas de yeso. Este monumental diseño fue ejecutado entre los años 1495 y 1497, a la par que elaboraba otros trabajos.


De mucho menor tamaño pero de igual valor simbólico, es el 'Hombre de Vitruvio'. Este dibujo de 34,4 x 25,5 centímetros muestra las proporciones físicas del ser humano. Tanto en la parte superior como en la parte inferior se señalan una serie de dimensiones idílicas, no sólo para el cuerpo, sino también para la distancia que se abarca al andar o la envergadura de los brazos.

Este descubrimiento, junto con el estudio del cuerpo del hombre en aquella época, marcó uno de los grandes logros del Renacimiento. El boceto está inspirado en los patrones anotados y documentados por el arquitecto e ingeniero Marco Vitruvio en el siglo I a. C. A día de hoy podemos visitarlo en la Galería de la Academia de Venecia.













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