Durante el Barroco, el carácter ornamental, artificioso y
recargado del arte de este tiempo traslucía un sentido vital transitorio,
relacionado con el memento mori, el valor efímero de las riquezas frente a
la inevitabilidad de la muerte, en paralelo al género pictórico de las vanitas.
Este sentimiento llevó a valorar de forma vitalista la fugacidad del instante,
a disfrutar de los leves momentos de esparcimiento que otorga la vida, o de las
celebraciones y actos solemnes. Así, los nacimientos, bodas, defunciones, actos
religiosos, o las coronaciones reales y demás actos lúdicos o ceremoniales, se
revestían de una pompa y una artificiosidad de carácter escenográfico, donde se
elaboraban grandes montajes que aglutinaban arquitectura y decorados para
proporcionar una magnificencia elocuente a cualquier celebración, que se
convertía en un espectáculo de carácter casi catártico, donde cobraba
especial relevancia el elemento ilusorio, la atenuación de la frontera entre
realidad y fantasía.
Cabe destacar que el Barroco es un concepto heterogéneo que
no presentó una unidad estilística ni geográfica ni cronológicamente, sino que
en su seno se encuentran diversas tendencias estilísticas, principalmente en el
terreno de la pintura. Las principales serían: naturalismo, estilo basado
en la observación de la naturaleza pero sometida a ciertas directrices
establecidas por el artista, basadas en criterios morales y estéticos o,
simplemente, derivados de la libre interpretación del artista a la hora de
concebir su obra; realismo, tendencia surgida de la estricta imitación de
la naturaleza, ni interpretada ni edulcorada, sino representada minuciosamente
hasta en sus más pequeños detalles; clasicismo, corriente centrada en la
idealización y perfección de la naturaleza, evocadora de elevados sentimientos
y profundas reflexiones, con la aspiración de reflejar la belleza en toda su
plenitud.
Este estilo es considerado uno de los más exagerados ya que, en la arquitectura, tiene detalles muy grandes y en ocasiones innecesarios.
En el Barroco surgieron o se desarrollaron nuevos géneros
pictóricos. Si hasta entonces había preponderado en el arte la representación
de temas históricos, mitológicos o religiosos, los profundos cambios
sociales vividos en el siglo XVII propiciaron el interés por nuevos temas,
especialmente en los países protestantes, cuya severa moralidad impedía la
representación de imágenes religiosas por considerarlas idolatría. Por
otro lado, el auge de la burguesía, que para remarcar su estatus invirtió de
forma decidida en el arte, trajo consigo la representación de nuevos temas
alejados de las grandilocuentes escenas preferidas por la aristocracia. Entre
los géneros desarrollados profusamente en el Barroco destacan: la pintura
de género, que toma sus modelos de la realidad circundante, de la vida diaria,
de temas campesinos o urbanos, de pobres y mendigos, comerciantes y artesanos,
o de fiestas y ambientes folklóricos; el paisaje, que eleva a categoría
independiente la representación de la naturaleza, que hasta entonces solo
servía de telón de fondo de las escenas con personajes históricos o religiosos;
el retrato, que centra su representación en la figura humana, generalmente
con un componente realista aunque a veces no exento de idealización; el bodegón o
naturaleza muerta, que consiste en la representación de objetos inanimados, ya
sean piezas de ajuar doméstico, flores, frutas u otros alimentos, muebles,
instrumentos musicales, etc.; y la vanitas, un tipo de bodegón que alude a
lo efímero de la existencia humana, simbolizado generalmente por la presencia
de calaveras o esqueletos, o bien velas o relojes de arena.
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